El corrector de estilo. Después de mis primeras publicaciones en mi blog, no faltó quien corrigiera mis escritos. Comas, acentos, puntuaciones, sintaxis, simbiosis, fusión nuclear, atomismo locónico, sintagma descriptivo, mapa de bits, registro de operaciones, etc. Y claro, no falté a ninguno de sus comentarios: todos los textos con llamadas de atención los revisaba una u otra ocasión. Hasta que veía que: mientras en algunos casos, sólo era “cuestion” de acentos; otras veces era más grave el asunto. Lo puse en comillas por si acaso me reclamase algún buen lector y creyera que mi respuesta: “es intencional”, es un vil pretexto de mi conchudez escrita. En fin. En otras ocasiones hasta palobraf escribía moal. Seguramente lo hacía dormido, pero las que más me preocupaban. Eran aquellas a las que le faltaban Así es: eran las le faltaban palabras. O peor aún: las que sintaxis tenían diferente. Lo que hace que al reeleerme una vez publicado el texto, no falte...