Que suena en el bolsillo

Me dicen que ya me vaya, que nunca me van a contratar.

Me dicen que no haga nada si no veo primero sus bolsillos pagar.

Me dicen que trabaje. Eso si puedo hacerlo.

Tal vez sus intenciones sean buenas. Pero si lo charlamos en un lugar público...

Me tomas a escondidas, dices que yo valgo mucho, que tu eres exitoso, que conoces este negocio. Que mejor me largue de aqui.

Dímelo donde todos sepan lo que has dicho. No soy de secretos a medias.

Defiéndeme, entonces, de la injusticia que se me comete. Por favor, pues soy un ingenuo.

No me miras a los ojos y cuando lo haces, tu mirada se dilata. Te quitas la máscara, te excitas.

Mañana quizá todos me hablen y me digan adiós. Se reirán del que estuvo tres meses y nunca se quedó.

Y mientras me abrazan me dirán: te dije, te hubieras ahorrado la molestia.

Si el jefe mira, soy el amigo.
Por eso soy el raro, el que quiere trabajar, el intruso.

El que por un egoísmo inexplicable no comparte su vida. Resulta que soy cruel por no compartir cuentos de pasillo.

Verán que no me comen, no hay chupamirtos que tenga colmillos.

Si lo que les molesta es que siga viniendo, no conocen el hambre. Más vale que se acostumbren a mirarme trabajar.

Que esta hambre tardará mi vida entera en saciarse.

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