Etapas

Cuando ingresé al templo de Satélite, tenía ocho años.

Siendo tan pequeño, podía entrar a todos los rincones de esa iglesia, sin que se dieran cuenta.

A los diez años, ya conocía todos los aspectos técnicos. Y a los doce: todos los privilegios públicos y privados.

A los trece quisieron correrme, pero fui yo quién decidí terminar... Tenía ya 21 años.

Permanecí como miembro honorario, como persona intocable.

Las nuevas generaciones no tenían luz propia, al más travieso, al más entregado, al más firme, lo ponían en comparación conmigo, el yo de aquellos tiempos. Salían perdiendo.

Hoy quiero jugar el pellejo mio, cómo en aquellos tiempos.

Pero... El reto es diferente.
Los que ahí están, se sienten cómodos.

Y no mueven un dedo, siquiera para persignarse en defensa propia.

Ya no es como cuando sólo era yo a los ocho años.

Ahora, mi herencia, mis descendientes, viven tranquilos  en las reglas que yo formé.

Y en los prejuicios en los que yo caí.

Pero ellos jamás me vieron levantarme.

Por eso vuelvo.

Porque aún lo logran ponerse en pie.

FIN

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