Ejercicio - 119




DSCF6627


Vamos de nuevo. A falta de nuevas experiencias lo que nos queda es recordar.


Ya nuestras arrugas son demasiadas como para preocuparnos por ellas.


Lo sabemos todo pero no podemos hacer nada.


Somos los excluidos por saber demasiado, por sorprendernos poco.


Esta casa no es para nosotros, es un insulto, mis hijos creen que tres metros de altura me detendrán.


Dicen que deje de ser infantil, que debo aprender a bordar pues es lo que me toca a esta edad.


Chiquillos de cincuenta.


Qué saben de vivir.


Paredes más altas he atravezado y esta no es una excepción.


Mi acto heroico será escapar de esta prisión de bastones.


Amanece y oculto las pastillas en mi lengua, miro discretamente a mis compañeros. Nos quejamos, queremos sol y las señoritas, algunas buenas y otras malas, nos llevan afuera. Suelto con calma mi dentadura en un cordón largo de agujetas. El más fuerte de nosotros cierra la puerta, las enfermeras voltean, golpean la puerta. Corro como puedo al estacionamiento y aviento la dentadura por el cristal del auto del doctor, Jaime es ingeniero y arranca el auto pero yo conduzco, recojo a la pandilla.


La última travesura que haremos, hará más amena nuestros últimos momentos.


El muro no es gran cosa, el auto pasa sin problemas rompiendo toda la gran muralla. Las enfermeras cubren su boca para no gritar, para no expresar su asombro: jóvenes, aún se censuran a sí mismos.


En la carretera encontramos el reto, jovencitos de pantalones extra grandes se ríen de nosotros. Arrancamos al verde. Les empujamos, se enojaron. Molestos nos cerraron el camino, pero los hicimos voltearse.


Una moto nos siguió, la seguimos.


Una casa de barrio, de drogas y sexo por necesidad. Los disparos no harán que frenemos, siempre fuimos los reyes, siempre lo seremos. La puerta se inclinó a nuestros neumáticos. El auto picado por mosquitos metálicos daba en reversa. El Caramelo, mi copiloto, tiró su cristal ya roto, mostro su mano y ellos vieron nuestras figuras. ¡No sabían qué hacer! Nosotros: aceleramos al frente.


Entre muertos y balazos cantamos nuestro himno callado sólo por la explosiva vida que se nos acababa.


Al fin que… nadie nos podía regañar ya.



FIN
Abraham Arreola

Comentarios

Entradas populares de este blog

Jaladón, ahora si que se la...

Cuentos de Primaria - La lechera y el jarro de leche.