Ejercicio - 72


lumíquido - azul


¿Sabes lo que es sonreír?

Te dije aquella noche.

Qué sientes al mirar un hombre.

Qué sientes al mirarme a mí.



Amar, siempre es la premisa de alguien como yo.

Educado en los bajos mundos, o a la antigua.

Qué sé yo.



¿Por qué sonríes así?

Eres una mujer seca, para este hombre de sueños húmedos.

Mientras con tu sonrisa buscas mi mirada, con tus manos buscas mi alma, pero bajo la mesa pateas e intentas, pisoteas.



Te dices milenaria y sufrida.

Me digo “que chica tan aburrida”.

¿Por qué tú no y ella sí?

El estereotipo me ataca.

Por ello te vuelves bella.

Los medios y la moda hacen de alguien como tú, la mujer perfecta.

Esos medios, esa moda… hacen de alguien como yo… el hombre apuesto, el ideal.

La vi… La vi en la televisión mexicana, la más vista por razones claras en México.

La vi. La vi en la televisión americana, aceptada, venerada por tantos millones de paisanos.

La vi en la televisión japonesa, idolatrada, temida, querida por otros millones de coterráneos.

Todas ellas: son.

Son idénticas a ti.

Misma complexión, misma altura, mismo.

Mismo color de piel.

Mismo color de ojos.

Mismo corte de cabello.

Misma sonrisa.

Misma seriedad.

E incluso, siendo osados… misma historia:

La igualdad suficiente para volverme loco.

Ellos, tú, yo.

Listos para hacer realidad lo que tantos escritores han soñado durante su vida, lo que tantos animadores y dibujantes crearon a sueldo para asombrar a los clientes, al público. Suponiendo que tal historia era tan bella que mejor valdría la pena arriesgarse contándola en lugar de esperar un testimonial de su existencia.

Y.

Y  he nos aquí.

Ellos como historia secundaria o circunstancial.

Yo, chico principal que roba desde el primer instante el corazón de la chica, de ti. De tu.

Tu. Mujer hermosa de extraño y firme carácter; de ánimo inquebrantable, de sonrisa escasa, de miedos casi nulos, de frustraciones invisibles. Tu. Careces de defecto alguno, de autoestima tan fuerte cual Muralla China, de sobriedad en tus ojos pasivos.

Eres casi perfecta.

Somos el uno para el otro.

El mundo se arrodillará a nuestra unión perfecta.

Nuestro amor, legendario.

Tal como lo dijo la televisión, los libros y los hombres, mismos que llorarán por siempre ante la plenitud y sencillez de nuestro primer beso.

Soy defecto tras defecto, tú, virtud tras virtud.

Soy el egoísta, mentiroso e hipócrita profesional.

Eres la reservada, la bondadosa, la paciente incondicional.

Mi estupidez varonil, se estanca por tu inteligencia natural.

Yo siempre quiero más.

Tú siempre estás bien.

Somos… la pareja perfecta.

¡Pero basta!

Somos según ellos y según tú.

E incluso en ratos de normalidad, según yo.

Sin embargo, la vida que a ellas, las que cuentan en la vecindad, las que leo en revistas, las que veo en televisión… no es la misma que quiero para mí.

No te quiero. Aunque sienta que deba quererte.

No quiero a la rebelde soñadora que dicen existe en ti.

Si… lo confieso, salgo más seguido…

A las calles, las iglesias, los bailes, las conferencias, las salas de emergencias.

Buscando una presencia mejor que la tuya.

Alguien como tú, en versión mejorada.

Suena horrible pensar así, lo sé, pero este mundo es tan rico en mujeres y hombres.

Seguro encontraré a una como tú, mejor que tú.

Y seguramente habrá alguien peor o mejor que yo, soñando y quizá, no sé, rechazando a quién yo elija para escogerte a ti.

Mundo loco.

La intención es vivir todos felices.

Uno no decide con quién enamorarse... se enamora y ya... y ya contigo pase mucho tiempo y aún no me he enamorado.

Por ahora.

Por hoy.

Pero dudo.

Y recaigo.

En la historia que tanto han contado.

En esos comerciales de tv, donde una pareja como la nuestra anuncia una casa residencial, en las caricaturas donde solemos ser los protagonistas.

Y, de nuevo...

Me hundo, me ahogo.

Podría quererte, ¿sabes?

Tal vez mañana me deslumbres con una sonrisa oculta.

Tal vez mañana sienta deseos de robarte una lágrima de alegría.

Tal vez mañana cenemos juntos.

Quizá te de una rosa, quizá compartamos soda…

Quizá caminemos por la noche en las calles o en las calles por la noche, al tiempo que reímos contándote mis accidentes: contándome tus distracciones.

Quizá mañana sea diferente, quizá mañana me abraces al verme llegar.

Quizá mañana… por primera vez en nuestra vida…

Seas tú la que me robe un beso.

La que me diga te quiero.

La que me acose como si fuera oso de felpa.

La mujer que tanto anhelo. La misma que jamás dejaría de amar.

A no ser que ya no lo desees más.

Y sientas que lo que digo es razonable...

Que en realidad tu tampoco sientes nada afectivo por mí.

Albur de amor, me gustó, yo lo jugué...

FIN

Abraham Arreola

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