Partes de diario 24

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Tengo un momento de tiempo, en lo que la lluvia cae y saldré a refrescarme.

¿Por qué a los jóvenes se les trata como una molestia?

Una molestia a la que se puede llegar a querer; como cuando discriminamos al niño porque tiene algo que contar, pero claro, ya somos adultos: “si, aja, hay ternura que bonito, estoy ocupado…”

Tal vez fue la mala fama de los años ochenta, de los setenta, y que esos ahora convertidos en adultos estén tan proyectados con su infancia y juventud que crean que soy igual a ellos.

Sí, hay jóvenes a los que deberían linchar y hacer tocino para los perros sarnosos por su modo de ver la vida: digamos que están sentados como momias esperando a que pase un hombre y decirles “una decisión para mí por caridad”: y es que gracias a ellos me tocó mala racha. Los justifico en ese sentido, porque he visto de cerca como a un joven le preguntaban sobre que hacer: “ahhh…” y nada más: afortunadamente para él, tiene cara de idiota carismático, entonces es chusco ver que aquella otra persona le pregunta algo y el sólo desvía el tema para que ella misma se responda, mientras él solo mira el suelo, reflejo de su vida futura.

Y les tengo alergia, pero abundan: mientras más lejos mejor.

En esas estaba cuando salí de un parque… un par de adultos iban a recogerme puesto que como ya no tenía dinero, un poco de transporte gratuito hasta el punto B me caería de lujo. Eran adultos que yo conocía muy bien, pero no pensé que ellos me conocerían tan poco. Vaya trauma juvenil.

Al ver que no llegarían, puesto que sus múltiples ocupaciones de adulto grande no les permitía les envié un mensaje: “tomare el camión, gracias”. Pero como son adultos grandes hablando con un joven, era obvio su pensamiento: “este ya se enojó…” Entonces me enviaron un mensaje “llegaremos al parque en veinte minutos”, quise contestarles “sí, entonces los espero, gracias…” pero mi saldo: ¡puff! se acabó.

Y ahí estaba sin dinero para saldo, con un peso menos para tomar un camión, y vibró mi celular “ya vamos”, pero como no tenía saldo… pues no podía contestarle. Así que pensé un momento como adulto grande de grandes ocupaciones egocéntricas: el último mensaje enviado fue “tomaré el camión gracias” de manera que si ese jóven (con acento porque para ellos ser joven es maldición) no contesta después de tantos mensajes es obvio que se “emberrinchó”: y ahí estaba en la parada de ese parque en la noche por más de cuarenta minutos, asomándome a todas partes, pero nada. El último mensaje me llegó ya hacia veinticinco minutos, y como no me llamaban (que es lo normal en la paranoia estándar del ser humano cuando alguien no contesta) tome el último camión y dialogando con el chofer acepto mi monedita de cinco pesos; el camión voló, tanto que ya estaba a mitad de camino cuando un mensaje de “ya llegamos” me informó sobre la situación, pero no contesté, y llego otro y otro más, pero no contesté… fue cuando la lógica divina les llegó: “tal vez, sólo tal vez, no este enojado y… tal vez…” no creyeron que me faltara dinero siendo estudiante (claro, todos los estudiantes son ricos) y me hablaron por teléfono… ¿Qué dónde estoy? Filosofía pura: dónde más sino aquí.

“En el camión, acabo de abordarlo” Sin embargo un joven siempre miente, está en su genética de chavo, todos, absolutamente todos son lo peor de lo peor. “Que falta de confianza” me dijeron, echándome la culpa cuando nadie la tenía: fue un cruce, había peligro en esa parada de autobús, no tenia saldo y ellos sólo se comunicaban por una via, pero como soy joven en vez de reírnos por habernos confundido tan locamente, me reprocharon mi conducta… Ya decía yo, no tener saldo ni dinero es lo más rebelde que existe, todos mis demás contemporáneos son unos maricas.

El auto se detuvo, me baje del camión y me subí al auto. Silencio… sólo hazañas de un adulto en su empresa como jefe, “bla, bla, yo, yo, éxito, fuerza, martirio, yo…” son buenas historias, siempre hay nuevas, y el otro “blo, blo, blo, orquesta, éxito, fuerza, martirio, yo”… Y pensé con mi mente juvenil “cuando me saluden les contare mi día”, pero… Creyeron que estaba enojado, así que: “démosle por su lado al chavo”.

Tal vez otros esperen a sus amigos para tener algo de vida aventurera en bolita, pero yo:

“Saben, en la mañana tuve una bronca con… y luego me encontré al tarugo de… al rato yo estaba hablando con unos ejecutivos de… después estaba solicitando el equipo de… después conversaba con otros productores acerca de… yo voy a crear… estoy haciendo una obra que…”

No sólo historias de amor chafa sé contar…

Pero bueno, quien nos entiende: cuando somos jóvenes queremos contar tantas cosas y éxitos, pero por envidias y temor a esos parásitos que todo “molidito y a la boca” nos vamos callando. Siendo adultos, no nos interesan esas tonterías, porque de seguro, son mentiras, mejor vivo mi atareada vida, que por cierto olvidé que esa vida de la que me quejo la ansiaba de joven.

A esos jóvenes que les cuesta hasta decidir cuándo se levantaran de su silla para hablar en público… a esos sí hay que darles una tunda: pero como son casi una mascota de circo que sólo almacena información y hace truquitos, tienen salvación y ventaja sobre los jóvenes que cuestionan, proponen, deciden.

(Me ofrecieron una dentadura porque escribí que necesito una… uh desde hace décadas, pero si no lo escribiera ni enterados de que uso dientes.)

Y esto no es como en el baño, aquí hay intención de escribir tal o cual cosa. Intención… en la tercera puerta a la derecha está por lo que preguntas: el baño.



FIN


Abraham Arreola

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