El Ave Felix III

El Ave Felix III
De: Abraham Arreola


A doscientos metros, un ave que debia volar a cincuenta metros, disfrutaba el viento.

Aún pensaba en aquella Paloma de cuando en cuando.

Un Águila en bajada caía y la avecilla lo vio caer. El Águila cayó al agua, comenzó a hundirse sin dar señales de vida. El avecilla, sabiendo que no volvería a tomar aquella altura hasta el próximo año se dejo caer a una roca cerca del agua.

Desesperada miró al fondo del agua sin lograr ver algo. Muchos peces comenzaron a golpearlo, saltando al aire y dándole aletazos. El avecilla desesperada volteaba a su alrededor, un Oso Pardo intentaba pescar. El pajarillo pió rugiendo ferozmente: un pez salto para golpearlo fuertemente, terminó en las garras de aquel Oso pardo.

"Que te pasa amigo, ¿se te perdió tu león?"

El avecilla señalando con su alas el mar indicaban al Oso que alguien importante estaba ahi... pero no debia estarlo.

El Oso mordió unos cuantos peces más y los aventó a tierra firme. Antes de zambullirse en la helada corriente acarició al avecilla como si fuese un osito emplumado que puede volar.

"¡Al fondo!" Exclamo el Oso al entrar al agua.

Los peces huian al verlo descender, permitiendole ver una Águila al fondo.

El Oso presentó ante las patas del pajarillo una Águila muerta. El avecilla triste comenzó a empujar el cádaver, sin lograr nada. El Oso empujo con tranquilidad y el animal volador muerto volvió a hundirse; luego, tomó al avecilla en sus manos y le dió impuslo para volar.

El avecilla pensaba ahora en que si hubiera sido más fuerte habría evitado aquella muerta. Pensaba en como poder ser más fuerte, como poder rugir, que hacer para hacer lo correcto.

Sin darse cuenta una avecilla volaba a tres mil metros de altura y seguía en ascenso.

El avecilla vio dos hermosas alas blancas levantar su vuelo más alla de aquellas estrellas, más allá del sol.

La estratosfera no era límite. Las alas se volvieron llamaradas de fuego y el avecilla aumentaba sin darse cuenta su tamaño. Antes de salir del planeta, pensativo, detuvo su ascenso.

"No lo hagas", dijo el Cocodrilo y el Oso con sus patas alentaba desde aquel riachuelo a seguir con su camino.

El avecilla, sonrío.

Una linda avecilla galaxiar le seducia a millones de años luz.
Se marchó entre polvo cósmico y materia oscura infinita.


FIN

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