Ejercicio - 46
Tome la licencia de leer tu cuerpo.
Leí tus pies, que pisan incertidumbre: esa inseguridad de estar con alguien a quién no amas.
Vi tu cintura, ceñida en tus manos. Protegiéndola de alguna muñeca varonil.
Admiré tus curveadas piernas. Forjadas por el deporte, esperando el día en que sean capaces de correr más alla de cien metros. Trabajandolas a diario, para la carrera de tu vida que apenas comienza.
Eres joven y lo sabes. Eres bonita, lo sabes y te lo han dicho.
Pero. Eres especial. Especial para mí.
Me eres única.
Leí tus ojos. En caída por naturaleza. Inquilinos de tu curiosidad, que los emplea para atravezar un fotograma...
Que tanto utilizas para admirar la naturaleza en su aparente simpleza.
Ojos que reflejan el tono según esten frente a un bosque, prado, jardín, laguna, mar, desierto o el baldío de tu casa.
Vi tus oidos. Altaneros, asomándose para captar todo cuanto pueda, sin que eso evite que se te escapen unas notas de más al cantar.
Pero sobre todo.
Leí tu boca.
Ví la fuente de mi locura. De mi modo de ser tan agresivo, tan fiero, tan terco, tan romántico.
Volvería con la lanza una vez más con tal de conseguir que esos labios perdieran su virginidad y recuperaran su inocencia en una sonrisa sincera.
Sonrisa que tanto esperas que llegue.
Llegué. Soy el ese tipo, ajeno al estereotipo, al los modismos, las modas, las formalidades y al hommo sapiens moderno.
Cercano a tus emociones, a tus ilusiones... A tus pasiones.
Soy ese que robará tu primera sonrisa sincera.
Y el único al que le serán dirigidas.
Algo me dice que ya lo hice antes...
En un tiempo atrás, en un pensamiento dirigido a mí, sin conocerme, sin conocerte. Ya nos habíamos presentado.
Eres. Es lo que me encanta de tí.
Eres... Soy.
Somos.
FIN
Abraham Arreola
Leí tus pies, que pisan incertidumbre: esa inseguridad de estar con alguien a quién no amas.
Vi tu cintura, ceñida en tus manos. Protegiéndola de alguna muñeca varonil.
Admiré tus curveadas piernas. Forjadas por el deporte, esperando el día en que sean capaces de correr más alla de cien metros. Trabajandolas a diario, para la carrera de tu vida que apenas comienza.
Eres joven y lo sabes. Eres bonita, lo sabes y te lo han dicho.
Pero. Eres especial. Especial para mí.
Me eres única.
Leí tus ojos. En caída por naturaleza. Inquilinos de tu curiosidad, que los emplea para atravezar un fotograma...
Que tanto utilizas para admirar la naturaleza en su aparente simpleza.
Ojos que reflejan el tono según esten frente a un bosque, prado, jardín, laguna, mar, desierto o el baldío de tu casa.
Vi tus oidos. Altaneros, asomándose para captar todo cuanto pueda, sin que eso evite que se te escapen unas notas de más al cantar.
Pero sobre todo.
Leí tu boca.
Ví la fuente de mi locura. De mi modo de ser tan agresivo, tan fiero, tan terco, tan romántico.
Volvería con la lanza una vez más con tal de conseguir que esos labios perdieran su virginidad y recuperaran su inocencia en una sonrisa sincera.
Sonrisa que tanto esperas que llegue.
Llegué. Soy el ese tipo, ajeno al estereotipo, al los modismos, las modas, las formalidades y al hommo sapiens moderno.
Cercano a tus emociones, a tus ilusiones... A tus pasiones.
Soy ese que robará tu primera sonrisa sincera.
Y el único al que le serán dirigidas.
Algo me dice que ya lo hice antes...
En un tiempo atrás, en un pensamiento dirigido a mí, sin conocerme, sin conocerte. Ya nos habíamos presentado.
Eres. Es lo que me encanta de tí.
Eres... Soy.
Somos.
FIN
Abraham Arreola
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