Ejercicio - 25

DSCF4587 by J. Abraham Arreola H.
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El invitado.

El invitado fue invitado con cierto cuidado.

No se esperaba a dónde iba a llegar. O si iba a llegar.

Y así llegó. El día del evento, de la verbena, de la fanfarria, de la fiesta, de la pachanga.

Del reventón.

El invitado fue a la misa de los festejados, quienes intentando parecer elegantes se motraron pavo reales con el invitado quien se adornaba con un suéter de poliéster.

El invitado se sentó afuera de la iglesia, en un escaloncito a escuchar la tan sampleada homilía del sacerdote.


Loops históricos, sintáxis perpetua.

Las festejadas salieron, y en un mismo gesto barrieron al invitado, a quién tantas veces le dijeron: amigo.

Y así, entre elegancia barroca. La clase baja se disfrazaba y fantaseaba con ser lo que tanto anhelan, que es de lo que tanto se quejan... burgesía.

Pero aunque el bolsillo se rellene de papel, el estomago come legumbres.

Y los modales se hicieron notar. Todos eran de una misma clase, en este parrafo no importa cual es; importa que todos se criaron bajo la misma enseñanza. El trabajo duro... con sus distintas variantes.

Vestidos combinados en siluetas.

Hipocresía de mujeres que menospreciaban al invitado, más el ninguneo de los hombres sólo por vestir de traje.

El invitado es un caballero, y su suetér, su espada.

Y su suetér... su mirador. Su escudo protector.

Los festejados siguen con ese pensamiento tan antiguo... que para algo especial uno debe estar especial: sin saber que se sumergen en una ola de monótona tristeza duradera y alegría esporádica.

El invitado vió a su anfitriona, bella como pocas; el maquillaje le hacia ver bien. Años maquillándose: sabe cómo hacerlo, cómo pedirlo. Su vestido carecía de esa aspiración burgesa, de esa máscara clase alta: su vestido era colorido cual rosa de maceta bien regada: naranja, amarillo.

Su vestido, era precioso.

Su sonrisa, más sincera y leal a la honestidad.

El invitado fue mirado por los feligreses de ocasión como un trotamundos más, el invitado se sentía libre y perfecto.

Había superado la frustración de aquellos adulteros adultos.

La anfitriona sin miedo acudió al invitado y le abrazo: el invitado, gustoso abrazo suavemente el cálido cuerpo de aquella delicada mujer.

Y para evitar problemas, la anfitriona estableció su punto: de entre todos sus invitados, el invitado era el de menor rango. Pues no había estado con ella en algún problema o no había convivido con ella lo suficiente.

El invitado, con tales cartas sobre el mantel blanco, aceptó y agradeció el gesto.

En la fiesta, una diestra hípocrita saludo al invitado fingiendo sorpresa: cuando hacía ya varias horas que el propietario de tal extremidad y el invitado se habían encontrado. Aquel festejado, ignoró al invitado alzando la cabeza; con sonoridad y nerviosismo en su sonrisa; pues aquel festejado, sabe que el invitado no es cualquier invitado.

Todos se preguntaron, de dónde salió tal chico, que contrasta con la sociedad ahí presente.

¿Quién es ese tal invitado?

El hombre envidia, burlonamente saludo al invitado, que paso de largo, con educación correspondiendo al saludo, más no a la burla. Hombre envidia sintió recelo, al ver que su amo, a quien tanto presume por conocer en los cuartos del poder, se había levantado con gallardía a saludar al invitado

El invitado y el Caballero Romance se saludaron.

La noche paso y el invitado quiso la diversión de sus años de infancia, diversión sin reglas, pero obtuvo una diversión con normas y galanterías basura.

Sin embargo, el invitado sonríendo brincaba cual caballo enamorado junto a la Dama Polar. El color blanco de esta dama suavizaban el ritual que entre ellos celebraban, contagiando a los que miraban a mover los pies con más libertad.

Pero la anfitriona se retiraba y el invitado con ella. Dejando a la Dama Polar en manos de su autor. Dejando la velada en los clásicos tres puntos suspensivos.

Dejando una zapatilla de metal.

El invitado se va, muchos lo fecilitaron; no entendieron que, es sólo un invitado.

En una boda, puede haber muchas parejas, pero sólo las que estan en el altar son el motivo.

El invitado no es motivo, es causa. Y la causa del invitado depende de más que sólo motivos.

La anfitriona se retira, el invitado tambíen, agitando un pañuelo blanco despidiéndose de aquellos ojos negros perdidos en la pista, gozando el ritual del apareamiento social.

De aquel Cordial, que lo había invitado a nadar en el mar de los encantos. Del Bohemio, típico bohemio, no le importa su vestir, lo disfruta solamente.

En la puerta de la anfitriona, su novio la despide y el invitado le agradece a ella por tal gesto de amistad sin condiciones. Por haberlo separado del contexto, por haberlo convertido en un momento, en cereza dulce de un pastel agrio.

Por convertirlo en sorpresa de lo predecible.

El invitado sonríe pues no buscaba ser un festejado más. Invitado quería ser, invitado fué.

Ya, vuelta a casa, el invitado y el novio conversan... el novio sigue siendo novio, el invitado deja de serlo letra por letra con cada kilómetro recorrido.

El novio deja al Caballero Trovador en el feudo más reciente de hombres grises.

Tal Caballero, de vestidura azul como la noche, cabalga en sus sueños rumbo a una nueva aventura.

La puerta se cierra.

Esta historia.

También.

FIN

Abraham Arreola

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