Ejercicio - 10

DSCF1139 by J. Abraham Arreola H.
DSCF1139, a photo by J. Abraham Arreola H. on Flickr.
Ja

Hoy sí que tengo ganas de volver.

De volver donde las pelusas del pantalón quedaron guardadas.

De regresar a girar los rines de aquella roja bicicleta.

Cuando era menor, era un niño auténtico y vivaz, cautivador y sensual.

Las rosas tardes de futból en la calle, enfrente de todas las casas de mis mejores amigos: de mi gran amor.

El café lo conocí por el color del tepetate, alfombra de chozitas de cartón.

Quién será el valiente
quien el delincuente
que se atreva a rozar
que se atreva pelear
quien, quien, quien.

Muerdan el polvo, ingenuos,
miren este gran ingenio;
sientan: se muere su gremio;
su dolor, nuestro premio

La calle me vio nacer,
y en ella crecí;
no por eso soy un bandalín
reprimido por no ver,
al Doctor Chapatín.

Supérenlo, cholitos de callejones.
Que con sus navajas sólo mojarán los sillones.

En esta privada, callejuela arrabalera, un poco de salvajismo veo. Peleo diario... te amo.

Las doradas madrugadas en mi casa. El comité reunido para salir a misa. La verbena que afuera del templo florecía: tamales, guajolotes, refrescos y papitas.

¡Regresa a este valle de piedra cafe! Vuelve para invitarte a jugar pelota... y esta vez decirte que si quieres ser mi novia.

Paraíso de titanes,
dominado por truhanes:
somos malos,
somos mejores,
somos hadas,
viles soñadores.

El paso retiembla tierra. Nuestro andar fuerte como la Sierra. En guardia del monumento al sol, como tantos otros que hay en la ciudad. Pero este es nuestro y se cuida solo.

La tierra se hunde, las casas son absorbidas. Volamos... cargando tabiques y madera.

Monstruos platinados aterrizan en nuestro paraiso: se harán algunos arreglos. Miramos por meses las entrañas blancas de nuestro campamento: tan llamativas que casi su hedor deja de ser tan asqueroso.

Arreglado, el territorio recobra su pálido color. Y me siento con fuerza para cargar miles de armas inofensivas al punto de reunión.

La misión de hoy es peligrosa, debo rescatarte, Alejandra, de aquel dragon negro. Lo haré... en uno... dos... ¡Fuego!

Tres. Veces al día, todo lo que quieras hacer... es la norma que rige el cielo.

La seda negra que te oculta me vuelve a la entrada: soy el vigía, soy el jefe, soy tu guardían. Extiendo mis manos, me eres mía.

Los barcos muertos se hunden al olvido. Y sin falta, a mis piratas llevo para descubrir alguno que otro fierro: herramienta útil para la batalla.

¡Pelea!

Somos inmortales.

¡Corran mis valientes!

Destrocen al enemigo del pantano. ¡Muera él y su imperio!

Bebamos del negro elixir que nos proveen los dioses.

Que vengan los bufones al centro y nos cuenten chistes con ese peculiar dialecto.

La luna revienta. El sol rebota. Las nubes son recuerdos. El viento es quién nos cuenta de la vida.

El planeta gira sin mover nuestro edén.

Somos los que mordimos la manzana... y no fuimos expulsados del paraiso.

FIN

Abraham Arreola

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