Recuerdos De: Abraham Arreola

Recuerdos

De: Abraham Arreola




Como con nuestro cuerpo, hacemos con nuestros recuerdos lo que queremos: gozar o sufrir: es tu problema, no el mío.

Ahí estaba, con dos semanas de vacaciones frente a mi rostro. ¿A dónde iré?
No es que haya pasado mucho tiempo, nada de eso: sigue vigente, aunque no para las mismas personas. Y esto va para las personas trabajadoras que en estas “vacaciones” trabajaron.

En primer lugar, gracias a la religión que tanto gustan de criticar que tenemos los catorce días de flojera; sean de una u otra creencia, disfrutan dos semanas o más gracias al catolicismo: así que mis queridos lectores radicales que en cada conversación buscan destrozar con su lenguaje y pensamiento una creencia: sin los católicos no tendríamos vacaciones de Semana Santa.

En segundo lugar: mínimo tres días no hubo trabajo, pero no quiere decir que todos fueron a rezar y tampoco quiere decir que todos fueron a vacacionar. Recuerdo que hace diez años, en mi colonia la Iglesia estaba repleta de gente, parecía una feria internacional: tiempos cambian, ahora son la décima parte.

En tercer lugar: cuando estas vacaciones se apoderaban de nuestras vidas, nos desaparecíamos de nuestros contactos laborales o escolares; para que al regreso, por más de un mes, llenar nuestras charlas diarias de las experiencias de los días de descanso. Con las redes sociales eso se acabo, pues cada usuario tiene su propio reality show: en vez de disfrutar la vida, se aferran a una conexión a internet.

Las vacaciones son un recuerdo, no porque hayan dejado de existir: sino porque tuvimos, en algún periodo de nuestra vida días de verdadero descanso. Ese es el recuerdo, mientras otros se quejan porque no irá al estado de su preferencia, otros manejan camiones, venden boletos, dan las noticias, lo informan, lo hacen pensar: trabajan.

Si ellos que trabajan en estos días, no se quejan: usted, que esta temporalmente sin preocupaciones, no tiene razón verdadera para llorar.

Recuerdos… Pues recuerden las viejas y desvaloradas frases de antaño: no llores porque te duele un pie, otros andan cojeado: camina.

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