Final académico De: Abraham Arreola

Final


De: Jesús Abraham Arreola Hernández




… esa fue la época de oro mexicano.

Podría estar fumando ahora mismo un habano sin embargo, no está en el estereotipo del joven mexicano. Pero… ¿y si a mí me da la gana?

Pero no, debo estar justo como estoy ahora: sentado, con una gran amenaza de varices si continúo ingiriendo grasas y diciendo (aunque no sea cierto) una increíble gama de groserías y maldiciones y una que otra palabra como muletilla, eso sí, también que sea vulgar… porque eso si es México.

¿Es el cine un noticiero? Porque entonces, el fracaso mexicano en nuestro cine contemporáneo se debe a que no ponemos de protagonistas a Javier Alatorre y López Doriga: ¡juay?, en efecto, aquella visión de mostrar tal cual es el México que vivimos es lo que lleva al cine a su vulgarización hasta ser un muestrario de actrices mexicanas desnudas.

¿Y es que acaso Hollywood tiene la culpa? A pesar del monopolio (esa palabra la usan mucho los empresarios poco estrategas) que en el cine nacional opera, nos beneficia en gran manera aquel cine “yanqui”; si voy a divertirme, quiero ver a un oso obeso ganar contra no sé cuantas estupideces graciosas que sentarme a ver cómo dos jovencitos se la pasan masturbándose y diciendo cuan triste es su vida de clase medieros.

La fantasía, el deseo insaciable es lo que nutre la enunciación del espectador con la película; México no paga por verse como México, paga por verse como el híbrido de Estados Unidos con Rusia. Al estilo mexicano actual.

La fantasía se traduce en bellas palabras que marcan nuestras limitantes para demostrarnos a un nivel subconsciente lo mal que estamos pero lo bien que podemos soñar.

¡Metáfora!

De eso gozaba el cine de oro en México, de esos fundidos a negro que aparecían yuxtapuestos a una escena de amor, o aquellos paisajes que nos daban a entender que había una relación sexual en proceso pero que en la sala se le llamaba: amor.

Tres visiones que intentan quedar en el canon del cine mexicano usando como herramienta lo más temido y lo más digno de presumir: la muerte.

Nunca fue el reflejo de nuestro país aquella película de: “Los olvidados” y nunca lo será. Es, al pasar por los diversos encuadres y por la interpretación de sus personajes, una historia fantástica. Pues ante las grandes opresiones de aquel entonces, era necesario disimular y en el tabú esta la inspiración: la verdadera historia se cuenta con las sombras, los paisajes que sirven de fondo a los protagonistas, aquellos diálogos extraños que salen de contexto.

Esta película es una linda forma de llamar a México: el país de la desgracia alegre. Donde a pesar de las desgracias, el pueblo sonríe añorando más desgracias para seguir sonriendo; nos gusta salir del cine diciendo “es que sí, así es la vida”: ese es nuestro estilo de ver la realidad. Actualmente se le considera a esta película el reflejo de la opresión y no sé cuantas ocurrencias más: no. El mexicano se satisface contando con gran alegría sus anteriores problemas, eso le gusta, y eso les dio Buñuel…

Esta en nuestra cultura, vivir bien pensando siempre en “lo que hubiera pasado si nos hubiera ido mal.”

Y es lo que intenta mostrar actualmente Gerardo Naranjo en México con “voy a explotar”: tal vez fue educado bajo perfiles socialistas y amamantado con el cine de ficheras: pero incluso este cine todavía lograba hacer ir a las personas a ver e cine nacional: pues el albur, punto centrar de estas tramas, retoma lo visto en párrafos anteriores, el sufrimiento que se goza en una metáfora.

Puede este director presumir de ser muy crudo, ¿y qué?, ni los documentales llegan a ser tan crudos. “El chiste” de una historia es no contar la verdad para hacerla más notoria: ese es el sentido: mostrar un político corrupto ebrio, va bien, pues aquel encalzonado guarura nos hace ver de verdad la ineptitud del político encargado de contratar gente capaz; pero los chavos… son tan comunes. He escuchado cientos de miles de historias exageradas similares o iguales a esta, dos mocosos cachondos con ganas de coger… la vida por los cuernos sin saber que la vida es una vaca. Por el contrario, las escenas sexuales que cae en la premisa del cine actual: toda película que se digne llamarse a sí misma cultural debe tener una escena de desnudos; decenas de artistas que enseñan el rabo por “amor al arte”. Para que alguien muera debe tener algo de misterio en su vida, para que su muerte nos haga imaginar con morbo aquel misterio: aunque a estos ya los vimos sin ropa, por lo que no tiene sentido verlos morir si lo más extremo que lograron en su vida (en el filme) fue estar juntos y desnudos en la azotea. Soy espectador que se paga su propia vida, una trama sencilla de jóvenes mantenidos, me atrae tanto como un juego de golf por televisión abierta en emisión nocturna.

Las buenas historias emplean buenas técnicas narrativas: y la búsqueda de ello es lo importante.

Reygadas, apoyado por la crítica en el sexo y en la muerte se haya más conocedor que su compañero contemporáneo Naranjo. Juega con la metáfora de su titulo “Batalla en cielo”; ¡existe el cielo!, Reygadas invita al espectador a encontrarlo entre tantas trampas, pues es una batalla. Incluso, pareciérame escuchar de manera jocosa al director: si “quieren escenas candentes, les daremos escenas candentes”: y están: los dos personajes “menos atractivos” nos muestran el punto base de lo que yo entendí (no alcance a preguntarle al director)…

El sexo, es… sólo sexo. No es antiestético ver a dos personas en una relación sexual, ni lo es ver a dos insectos “apareándose”. Si algún espectador sintió un nudo en la garganta por ver una mujer rolliza, desnuda, es porque imagina que el sexo es el punto culmen de toda película erótica (ya ni Tinto Brass): y para allá no va la película… Pues la siguiente escena con contenido sexual, pone a prueba si lo que vemos son siluetas humanas desnudas o delfines blancos (sin albur), hecho que pareciera recompensar a la pareja anterior. Reygadas, presenta la batalla mental que el protagonista sufre a través de una comparación entre lo que es el acto simple y sencillo de copulación y la fantasía que no satisface pues esta es psicológica y metafórica, tan metafórica como la batalla, como su penitencia y muerte.

Ninguna de las tres me apasiona.

Pero la metáfora es la clave perfecta para presentar el sexo y mostrar a la muerte si se quiere que estas sean simbólicas. Y en eso se juntan las tres películas: muerte y sexo: que intentan quedar en nuestro recuerdo a través de distintos significantes y bajo distintas maneras, esperando ser recordadas por la eternidad, y en ese campo, les lleva ventaja “Los olvidados”… que titulo tan irónicamente sugestivo.

De otro modo, un gore, una porno, o un video de seguridad: y este último si muestra la realidad tal cual es… aparentemente.

Se ve que conozco de bótanica: las vacas tambíen tienen cuernos.

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