Partes de diario 23

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Partes de diario 23

De: Abraham Arreola


Ok, mira, no te lo voy a poner fácil.

Pero antes de comenzar, quiero que no pienses en doble sentido, o que evites pensar vulgarmente.

El día que entregue un ensayo de nueve cuartillas, alguien me preguntó si la había hecho con tiempo: le dije que lo hice dos horas antes. Es normal, el alumno y sus ganas de sentir adrenalina. Me dijo que se le complicaba escribir, y que se bloqueaba al tener una hoja en blanco.

Otro día, platicando sobre nuestras aficiones, comenté que tenía un blog, donde escribía garabatos letrados; al parecer un compañero lo visita continuamente, que notó la periodicidad de las notas: cada quince días escribo algo. Con palabras sinceras intento halagarme, “eres un escritor prolífico…”

Gracias, joven, pero… no todo es digno de gloria; sé que existen mejores escritores que yo, pero no me acongoja. Seguiré haciendo historias, a riesgo de que alguien las copie, puesto que registrar la página en internet es tan bobo como poner con gis un círculo rojo para que no toquen el dinero: se notará que alguien entró, pero se llevará las monedas.

Y así como cualquier cosa, nos cansamos aunque nos guste. Recuerdo que después de publicar un libro de cuentos, todos los integrantes se emocionaron tanto que llenaron sus “muros” de cuentos inéditos, vivos, con ganas de ser leídos aunque no estuvieran plasmados en papel. Si comparamos el libro y lo que han escrito después, la diferencia es grandiosa, ellos lo saben y con gusto publicaron “notas” a diario y “etiquetaban” a sus amigos, obvio: elogios, aplausos, “me gusta”…

Pero su gustó pasó. Por un año completo nadie de ellos escribió algo, nada, con gracia hacían juegos de letras al pedir la tarea pero… ya. Después de ya casi dos años de haber publicado todo eso, aquellos colaboradores vuelven a las andadas, y vuelven bien, haciendo estilo propio, viendo que su última “nota” ya tiene polvo virtual.

Cuando de pronto algunos descubren que de todos los colaboradores hubo uno que siguió escribiendo. Pero su percepción es falsa, no deje de escribir: siempre he escrito.

Gracias por elogiar el blog… sin embargo, también he dejado de escribir por un tiempo; tuve que dejar las libretas narrativas por operaciones aritméticas para recibir no menos que un diez: dejar de cantar en un cantante no tiene nada de malo.

También hubo momentos en los que hacia una historia pero la borraba, porque ni a mí me gustaba.

Si, en parte es dedicado para ti. Pero ten en cuenta lo siguiente: el blog, si se trata en cuanto a pensamientos, o escritos personales, es un acto de exhibicionismo: queremos ser leídos, atención. Puesto que no sabemos con certeza quién puede reflexionar, reírse, o sollozar, con nuestras letras; pero nos complace tener quien nos apapache con su lectura desde lo más lejos del planeta, pero tan cerca como el monitor y nuestros ojos.

Si le has platicado a tu blog todo, no desesperes; allá en la calle hay suficiente materia de donde recabar historias; el blog tiene paciencia, tú tienes respaldos.

No pienses esto como el escenario del coliseo, menos cuando vayas a presentarte ahí: no tiene sentido sacrificar tu mente en algo simple: relájate, que es divertido cantar en el Coliseo: se ha presentado la oportunidad, aprovecharla es lo mejor que hay en el menú.

Si quieres puedes estar desnudo y caminar por la plaza donde venden tacos de pastor, no es forzoso llevar una libreta a todos lados sólo para que alguien te pregunte “que escribes” y que a tus espaldas diga “wow, es todo un escritor…”. No es forzoso.

Las mejores historias según la sociedad, han surgido de escritores que investigan y entrevistan a personas pero… ¿Acaso un hombre de ochenta años no tiene nada increíble qué contar? Con esa edad y un teclado a mi lado, o lapicero y libreta a cuadro grande, me basta para hacer diez novelas gordas: pues he vivido.

Te sugiero que si dejas de escribir no dejes de comer; dejar de publicar pensamientos o historias por la razón que sea no es pecado: primero lo importante… importante para ti.

No quieras hacer tu página un centro de filosofía dura que perdura en el seso después de la cruda: el error existe, prueba, reprueba, intenta, esfuérzate, alcánzalo. Un hombre que se especializa en algo específico, no sirve para nada. Por eso dice el mundo entero: amamos, odiamos, reímos…

Escribes por voluntad propia, no estés llorando porque ya no puedes: descansa, será mañana...

Escribir aquí, comer en la calle, saber que soy leído, jugar fútbol, cansarme, caminar por horas, pensar, amar… es un placer. Todo, en conjunto, ese es el chiste.

Porque no se trata de contar historias graciosas, se trata de reír:

Ese es el chiste.

FIN

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